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La inteligencia constructiva (II)

Las posibilidades de mejora en nuestro desempeño profesional están directamente relacionadas con nuestra capacidad de reflexión, y en consecuencia de aprendizaje.

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Publicado el 17/10/2024 

Todos somos más o menos conscientes de que las situaciones cotidianas pueden ser el mejor escenario para el aprendizaje. Y cuando nos equivocamos en la consecución de objetivos que es necesario tener entrenados en la eficacia, muchas veces no encontramos una respuesta clara al motivo del error.

 

Las posibilidades de mejora en nuestro desempeño profesional están directamente relacionadas con nuestra capacidad de reflexión, y en consecuencia de aprendizaje. Es habitual utilizar rutinas, modelos, mecanismos básicos que no ponemos en cuestión salvo cuando se produce el error. Y parece que el error natural es un estímulo necesario para traspasar la frontera del estado de comodidad que, muchas veces, generan esas inercias que nos guían.

 

¿Y si cambiamos el escenario del error por el de la innovación y la creatividad? Para ello es necesario suprimir dos elementos que van unidos al hecho de fallar, el miedo y el sentimiento de culpa. Por un lado, el miedo es el principal bloqueador de cualquier forma de estímulo de la creatividad. Como recoge A. Huxley, escritor y filósofo británico, autor de Un mundo feliz (lectura recomendable), y gran curioso intelectual: “El amor ahuyenta al miedo y el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.” Por otro lado, y no menos importante, el sentimiento de culpa va unido a la inseguridad que genera no cumplir con las expectativas profesionales (somos infalibles), o ser considerados no capaces de acuerdo con nuestro propio nivel de autoexigencia.

 

Vivimos en procesos de cambio continuo, que generan también la necesidad constante de encontrar nuevas soluciones, de asumir el riesgo de la improvisación, o hacer propuestas aparentemente “imposibles”. La clave está en repensar aquello que hacemos cotidianamente en vez de repetirlo sistemáticamente, investigar cómo y por qué hemos fallado, y ser capaces de construir aprendizajes que ayuden a gestionar la incertidumbre. Cuando nos esforzamos por interiorizar la cultura del aprendizaje en nuestra organización...

 

    ✓ ... desarrollamos el afán de logro y la motivación como competencias estratégicas en nuestro día a día, porque aprender nos enfrenta al reto de mejorar;
    ✓ ... generamos hábitos y actitudes valiosas para afrontar nuevos procesos de cambio y generación de alternativas en la interacción diaria;
    ✓ ... entrenamos las habilidades que contribuyen a decidir y actuar de forma proactiva, poniendo en práctica principios que gobiernan la toma de decisiones responsable.

 

En definitiva, superamos miedos porque generamos una mejor comprensión de nuestras fortalezas, que nos van a facilitar la grandeza de construir soluciones de forma inteligente.

 

María José González Santos
Senior Consultant